Las etiqueta RFID, también denominada chip o transponedor, están formados por un chip de radio frecuencia, un soporte (etiqueta, PVC,...) y con una pequeña antena emisora que puede ser activa o pasiva (permanece inactiva hasta que se le solicita información). La información que alberga es leída con un receptor adecuado a la frecuencia del emisor. Tenemos de baja frecuencia, 124 y 125 Khz, que emiten ondas de radio a una distancia de hasta unos dos metros y suelen ser pasivas, de media a frecuencia 13,56 Mhz. y de alta frecuencia (UHF de 868 Mhz en Europa y 915 en EEUU además de 2,4 Ghz), capaces de alcanzar hasta 100 metros (suelen ser activas).

Las ventajas de RFID son muchas:

• No es necesario el contacto directo entre lector y Tag, ya hay supermercados que sin necesidad de sacar los productos del carro hacen la lectura de los Tag's para poder pagar con el carrito de la compra lleno.

• Hay TAGS de solo lectura donde existe un código único que identifica al producto que lo incorpora de forma inequívoca.
   
• Otros pueden almacenar información que ha sido previamente almacenada y después leída (información de alergias para enfermos, trazabilidad de productos, ...)
   
• El RFID ayuda al anti-hurto
   
• Estas etiquetas se pueden leer a través de casi todos los materiales,  salvo metal o agua, aunque ya existen etiquetas lavables), algo que no se puede hacer con los códigos de barras convencionales.

Pero la tecnología RFID no sólo es aplicable al etiquetado de productos. Ya se está empleando en muchas otras situaciones: los chips de identificación que llevan nuestras mascotas bajo la piel desde hace años, lavanderías, zapatos, sistemas de acceso a zonas restringidas para empleados, peajes en las autopistas que no requieren detenerse, facturación de equipajes, evitar  falsificación de moneda, para acceder a grandes eventos deportivos o de ocio (se está estudiando su aplicación para los juegos olímpicos de 2008), etc. Incluso, existen empresas como Applied Digital Systems que defienden la implantación de estos chips bajo la piel de todos los ciudadanos como un método de identificación personal infalible, imposible de robar o de perder.

Un problema de números

Obviamente, a mayor complejidad y potencia, más caro resulta el dispositivo. Y precisamente su precio es el obstáculo que está frenando su implantación; los expertos calculan que habrá que esperar aún unos dos - tres años para su generalización.

Una etiqueta RFID cuesta hoy, dependiendo de su complejidad, entre 20 céntimos y 50 euros. Eso sin contar lo que valen los lectores. Los precios caen continuamente, pero los expertos opinan que hasta que la etiqueta más barata no valga uno o dos céntimos, no será rentable sustituir los códigos de barras. Por eso se está llevando a cabo una transición lenta en la que los códigos de barras conviven con las etiquetas de radiofrecuencia, empleadas únicamente en determinados productos.

Otro inconveniente para su popularización es que hay demasiados sistemas RFID distintos. Los analistas creen que habría que encontrar un estándar lo antes posible.